Escribo esto mientras mi hijo duerme sobre mi pecho.
Justo cumplimos el primer mes de conocernos, un mes antes de lo que esperabamos.
Han sido semanas de ajustes, de aprender a entendernos sin la restricción de las palabras.
Hace un año no habría podido predecir esto, hace un año volvía de rodar en Nicaragua, y no sospechaba el conflicto que iba a comenzar en abril y continua al día de hoy.
Fue un año de muchas primeras veces…

Volví a España después de mucho tiempo, viajé con mi pareja y fue hermoso presentarle lugares y personas que han sido y son importantes en mi vida. Existe un olor particular en el invierno europeo que ya había olvidado.
Fue un momento importante de reencuentros.

Extrañamente, después de tantos años y viajes a la península, por primera vez entre a la Sagrada Familia, y su interior me traslado al bosque nuboso que ahora es mi hogar.

Cuando regresamos a Costa Rica vimos finalmente nuestra casa terminada, y la noche nos regalo la vista del corazón del cielo.

Este año fue también el de El Bloque Documental, la oportunidad de compartir con otros fotógrafos la realización de proyectos colectivos, así como de locuras colectivas, la primera fue meternos a la barrera de las Fiestas de Santa Cruz.
Luego han venido otros proyectos más relajados, como la procesión del Cristo de las Cintas en Cot, una tradición que disfrute mucho por su simbolismo.

Todos los participantes están conectados a través de cintas al Nazareno, para mi es una metáfora de como todos cargamos el peso del mundo, nadie es una isla.

Y por eso es que esta imagen de los tucanes me resulta alarmante, esto fue atrás de nuestra casa, hace veinte años esta altura no era su habitat, y esa tarde conté nueve en ese árbol.
Algo esta cambiando, y es en los ecosistemas delicados, como los arrecifes y el bosque nuboso donde esto se vuelve evidente.

También tuve la suerte de viajar a Perú este año, mi primer viaje a solas con mi madre, una especie de pausa antes de asumir de lleno la paternidad.
Realicé mi primera caminata a más de 5000 metros sobre el nivel del mar, un paisaje hermoso, pero a la vez angustiante, muchas de esas montañas eran picos nevados no hace mucho tiempo.
Las que fueron nieves eternas han empezado a desaparecer, queda al descubierto un nuevo paisaje lleno de incertidumbre.

También conocí el desierto por primera vez, y me perdí en el vacío y la inmensidad del cielo.
Tuve tiempo para pensar, para plantearme muchas cosas, y aunque tengo muchas dudas respecto al futuro, y el año nos mostró uno de los rostros más horribles de nuestra sociedad, este niño que reposa sobre mi pecho es para mí un compromiso con la vida, con la creencia que el universo se enriquece cada vez que alguien lo mira y descubre maravillas.
Esta primera mañana del año es una invitación para volver a aprender el mundo.